Esta semana se ha conocido el dato: los ingresos por conciertos en directo han aumentado en nuestro país un 117% en los últimos diez años. Algunos datos más aportados por la Asociación de Promotores Musicales (APM), que engloba al 80% del sector del directo en España, presentados en su "Anuario de la música en vivo": los ingresos por la venta de entradas se han incrementado en casi 70 millones de euros del año 2000 a más de 150 millones de euros de 2008; por contra en el mismo período, la venta de discos pasó de recaudar 600 millones de euros a 225, un descenso del 62,5%. Llámenme tonto, pero si es así a mí entonces hay algo que no me cuadra. Porque uno no entiende que la industria discográfica hable de crisis. Va a ser que los que tienen problemas son únicamente los que se lucran con el trabajo de otros, y que afortunadamente ahora la mayor parte del pastel está en los conciertos y no en la venta de discos. Puede sonar todo lo demagógico, simplón y populista que se quiera, pero no me voy a apear del burro hasta que no me ofrezcan argumentos sólidos.
Podríamos volver a hablar de la muerte de un formato que se nos vendió como perfecto para reducir gastos a las discográficas pero seguir desgastando tanto o más todavía nuestros bolsillos -el CD-; formato que, con el tiempo se ha demostrado perfecto, sí... pero perfecto para copiar. Podríamos también citar las oportunidades que el intercambio por internet abrieron hace ya unos años y que han ido restando también poco a poco ventas a la industria, que si bien intentó reaccionar, quizás lo hiciera ya tarde. Pero como sería darle vueltas a lo mismo de siempre prefiero volver a lo del principio, el ejercicio demagógico.
No voy a decir que me alegre por ver a la industria discográfica pasando por apuros, porque finalmente los que más lo sufren son los sellos pequeños, esos que normalmente se preocupan más por la calidad de sus propuestas que por las ventas que puedan conseguir. En una palabra, se preocupan por la música de sus artistas, y no por las ventas masivas que puedan generar una serie de "artistas" fabricados en serie, que son ahora los únicos que tienen oportunidad de grabar y ser promocionados por las multinacionales, las que nos venden música tal y como lo harían con cualquier porducto de supermercado. Las grandes multinacionales, aunque pasen por apuros similares a las discográficas independientes, tienen mecanismos suficientes para reconducir la situación (lo que normalmente se traduce en despidos para el personal de a pie y menos oportunidades para artistas emergentes de calidad en detrimento de música para las masas de consumo fácil y rápido que nos meten hasta por las orejas).
Conclusión fácil: la gran industria discográfica tiene lo que se merece. En realidad yo no diría eso, porque la historia de la música popular en el último siglo está llena de grandes canciones que vieron la luz gracias a sellos "importantes". Sin embargo, sí es cierto que cuando grupos como The Rolling Stones en los 60 demostraron lo lucrativo que podía ser el negocio, las discográficas se aprovecharon al máximo. Los grupos y solistas sólo recibían, salvo ejemplos como el citado, una pequeña parte del pastel. La degeneración de la industria en cuanto a lo estrictamente musical ha sido sutil pero constante hasta llegar al punto en el que nos encontramos actualmente.
Qué quieren que les diga, mis queridos lectores; aquí uno sigue comprando música, sobre todo vinilo, que gracias a la situación y por aquello de pescar en río revuelto es un formato que está viviendo un repunte en cuanto a ventas. También sigue acudiendo a conciertos siempre que puede, y no ha notado un especial incremento en cuanto a público, así que se pregunta si en realidad el aumento de los beneficios por directos tendrá algo que ver con el aumento medio en los precios de las entradas. Pero no me apetece ahora abrir aquí otra polémica con los promotores, así que dejaremos ese tema para otro día. Eso sí, si al final el artista se acaba beneficiando, algo habremos avanzado.
Fuente: Rock and Roll Army